Qué ha cambiado en Cuba (y qué no) desde que Raúl Castro llegó al poder

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(Miaminews24).- El último día de julio de 2006 el «noticiero estelar» rompió con su habitual monotonía. Carlos Valenciaga, jefe de despacho de Fidel Castro, anunció a Cuba y al mundo que el hasta entonces invencible Comandante en Jefe cedía el poder temporalmente tras sufrir una hemorragia intestinal. Raúl Castro, su hermano menor, tomó las riendas de la isla.

Dos años después, sin sorpresas, el segundo Castro fue elegido por el Parlamento a la presidencia del Consejo de Estado y emprendió una serie de reformas para “hacer sustentable” el modelo socialista. Hoy el Nuevo Heraldpresenta un balance de lo ocurrido en la era raulista, una década de avances muy acotados y de estancamientos:

La batalla contra las “prohibiciones absurdas”.

Desde su llegada al poder, el general se mostró pragmático y prometió acabar con las “prohibiciones absurdas”. En marzo del 2008 permitió a los cubanos hospedarse en los principales hoteles, reservados hasta entonces para los turistas internacionales. Ese mismo año se eliminaron las limitaciones para que los nacionales pudieran contratar una línea de teléfono móvil, comprar computadoras y reproductores de DVD.

Entrega de tierras en usufructo.

En el 2008 el gobierno autorizó la entrega de tierras estatales ociosas en usufructo a campesinos y cooperativas. Más del 50 poir ciento de los terrenos cultivables del país no se estaban explotando. Todavía hoy, Cuba gasta más de $1,000 millones en importar alimentos para la canasta básica. Tras una década, los resultados han sido mediocres debido a la falta de insumos y los excesivos controles para comercializar las cosechas.

Ampliación del sector privado.

En el 2010 Castro dio un impulso al trabajo por cuenta propia y amplió la lista de ocupaciones permitidas fuera del sector estatal. Sin embargo, grandes sectores de la economía siguen en manos del gobierno. La flexibilización potenció especialmente el alquiler de habitaciones para turistas, los servicios gastronómicos y el transporte de pasajeros. En la actualidad, la cantidad de trabajadores privados supera el medio millón, pero la ausencia de un mercado mayorista, los elevados impuestos y la prohibición de importar productos lastran su desarrollo.

Los cubanos desembarcan en internet.

Hasta el 2009 sólo una pequeña parte de la población, además de los turistas, tenía el privilegio de navegar en internet en la isla. En el 2013 la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba instaló las primeras zonas de navegación WiFi, con precios prohibitivos y decenas de sitios censurados. Hoy hay 635 de estas zonas de conexión inalámbrica y el costo de una hora de acceso es 1 CUC, equivalente a un 1 dólar estadounidense. Hace un año el monopolio estatal de comunicaciones llevó la internet a algunas viviendas, pero los cubanos todavía aguardan por el servicio desde los móviles y que se desbloqueen los sitios censurados.

Adiós a las “gratuidades”.

Raúl Castro emprendió una campaña contra “las gratuidades”, que achacó a la herencia del paternalismo soviético. Bajo su mandato reformó la Ley de Seguridad Social y elevó en cinco años la edad de jubilación, a 60 años para las mujeres y 65 años para los hombres. Además, le retiró la pensión a muchas personas y eliminó buena parte de las prestaciones adicionales, como vacaciones en casas en la playa o bolsas con alimentos y productos de aseo que recibían miles de empleados estatales.

Menos dinero para la salud y la educación.

El número de hospitales ha bajado 32 por ciento en los últimos 10 años y la plantilla de médicos de la familia apenas está cubierta sólo al 40 por ciento. Estas reducciones resultan más alarmantes porque el 20 por ciento de la población es mayor de 60 años y el país es uno de los más envejecidos de América.

Raúl Castro eliminó el sistema de preuniversitarios en el campo, una de “las joyas de la corona” del fidelismo. Durante su mandato ha tenido que lidiar con el déficit de maestros, que al comenzar el curso escolar 2017-2018 ascendía a 16,000 plazas vacantes. La matrícula disminuyó 32 por ciento en la educación preuniversitaria e incluso más en la universitaria, que registra una caída del 78 por ciento. Muchos jóvenes no quieren seguir estudiando carreras que les ofrecen salarios miserables.

La libreta de racionamiento sobrevive.

Desde 1961 los cubanos cuentan con una libreta de racionamiento que asigna a cada persona una cantidad mínima de productos subsidiados por el gobierno . Cada año se destinan unos $2,000 millones a una estructura burocrática que distribuye desde un trozo de pan diario hasta arroz, frijoles, azúcar, sal y café.

Una de las promesas más emblemáticas del raulismo fue eliminar la libreta, pero nunca se llegó a cumplir. Aunque el sistema de distribución racionado ofrece cada vez menos productos, una buena parte de la población depende de eso para sobrevivir debido a los bajos salarios, que tienen un promedio equivalente a casi 30 dólares al mes.

Hoy el poder de compra real de los cubanos es apenas al 51.1 por ciento del que tenían a finales de los años 1980, antes del llamado Período Especial, cuando la economía se desplomó ante la pérdida de los subsidios de la Unión Soviética.

Se levanta la prohibición a la venta de casas y autos.

Durante décadas en Cuba estuvo prohibida la compraventa de casas, además se limitó la construcción privada y se suprimió el alquiler de viviendas. En el 2011 Raúl Castro sorprendió al país con una de sus medidas de gran alcance social: la apertura del mercado inmobiliario, un paso importante en un país con 3.8 millones de viviendas, de las cuales 39 por ciento está en un estado regular o malo, según el Censo de 2012.

Tres años después llegó la autorización para la compraventa de vehículos entre particulares, un privilegio reservado hasta ese momento a dirigentes. Aunque el mercado privado de segunda mano se ha comportado con mucho dinamismo, la venta estatal de autos no ha tenido éxito debido a los elevados precios. Un cubano que viva sólo de su salario oficial necesita trabajar 189 años para comprar un Audi A4 del 2006 en un concesionario oficial, donde cuesta $70,000.

Fin del permiso de salida.

En enero del 2013 Castro eliminó el permiso de salida del país y permitió que los nacionales viajaran libremente. Desde entonces, más de 779.000 cubanos han salido de viaje, de ellos 79 por ciento por primera vez, según cifras oficiales. La eliminación de las trabas para abandonar la isla provocó que una gran cantidad de personas se fueran a otros países, para de allí pasar a Estados Unidos. En siete años, hasta el fin de la política pies secos/pies mojados en el 2017, Estados Unidos acogió a más de 235,000 cubanos.

Sin embargo, las autoridades mantuvieron la prohibición de entrada a la isla a los cubanos residentes en otro país que hubieran mantenido una actitud públicamente crítica con el gobierno. Además, a cientos de activistas y líderes de la oposición les han prohibido viajar al extranjero.

Institucionalidad.

Los dos mandatos de Raúl Castro se han caracterizado por una mayor institucionalidad. Tras casi medio siglo de voluntarismo fidelista, el menor de los hermanos trató de robustecer el Consejo de Ministros, que ahora se reúne con una mayor frecuencia. Después de 14 años sin un congreso, el Partido Comunista, el único legal en la isla, celebró durante el raulismo dos congresos, el séptimo y octavo. En esas citas se aprobaron los llamados lineamientos, una hoja de ruta para desmantelar la estructura del sistema de corte soviético y abrir la economía al capital extranjero, el turismo y la sustitución de importaciones.

Restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos.

Después de más de cinco décadas de enemistad, los gobiernos cubano y el norteamericano asombraron al mundo el 17 de diciembre del 2014 al anunciar el restablecimiento de las relaciones diplomáticas. El presidente Barack Obama devolvió a La Habana tres espías encarcelados en Estados Unidos y Castro hizo lo mismo con dos presos norteamericanos. La Iglesia católica, por iniciativa del papa Francisco, tuvo un papel central en las conversaciones secretas entre lops dos gobiernos.

Obama flexibilizó el embargo hacia la isla, lo que permitió un aumento notable en el número de norteamericanos y cubanoamericanos que visitaron Cuba. También se reanudaron los vuelos comerciales regulares entre ambos países y el servicio postal directo. Las remesas, uno de los pilares fundamentales de la economía cubana, aumentaron a $3,444 millones en el 2017.

Renegociación de la deuda externa y condonaciones.

Entre el 2013 y el 2016 Cuba renegoció su vieja deuda externa, que no pagaba desde que Fidel Castro impulsó a los países en desarrollo a dejar de lado sus obligaciones de crédito en los años 80. Raúl Castro logró la condonación del 90 por ciento de la deuda que Cuba adquirió en tiempos de la Unión Soviética y seguía debiendo a Rusia. Después de una negociación, la deuda de $8,500 millones con el Club de París fue reducida a $2,600 millones, pagaderos a 18 años. México condonó el 70 por ciento de los $487 millones que había prestado a la isla y Japón le perdonó casi $1,000 millones de una antigua deuda en el 2014. Por su parte, Vietnam y China también le condonaron parte de la deuda, pero no se ha informado de esos montos.

La unificación monetaria, un tema pendiente.

Con la apertura al turismo y el colapso soviético, Cuba creó una nueva moneda, que dentro de la isla tiene paridad con el dólar: el peso convertible (CUC), que convive con el peso cubano (CUP) y vale 25 CUP. Desde su llegada al poder, Raúl Castro ha intentado unificar ambas monedas por las distorsiones económicas que provocan, especialmente en el sector empresarial estatal, que se beneficia de una tasa de cambio irreal. El gobierno anunció que la moneda que sobrevivirá es el peso cubano (CUP), pero hasta el momento no se conoce la fecha exacta para la unificación monetaria ni cómo quedará el cambio con el dólar una vez que exista una sola moneda.

El país no logra atraer suficiente inversión extranjera ni crecer a un ritmo adecuado.

Cuba necesita una inyección de capital de al menos $2,500 millones anuales, y crecer a un ritmo sostenido superior al 4 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), según algunos economistas. Diez años después de asumir la presidencia, Raúl Castro deja el país sin alcanzar esos mínimos. El megaproyecto de Mariel, dopnde Brasil invirtió más de $600 millones, ha tenido un desarrollo lento. El país también ha ofrecido varios portafolios de inversión para atraer al capital extranjero, pero sin mucho éxito.

Bajo el mandato de Raúl Castro, la economía cubana creció un promedio anual de 2.4 por ciento, según cifras oficiales. El salario medio también ha sido elevado de 414 pesos (16.5 dólares) a 740 pesos (29.6 dólares), aunque la capacidad de compra del cubano sigue siendo inferior a la de 1989. El gobierno anunció un crecimiento del PIB de 1.5 por ciento en el 2018 pero la mayor parte de los estudiosos de la economía cubana no afines al gobierno no dan crédito a esa cifra.

Raúl Castro ante la muerte de su hermano y el descalabro venezolano.

La noche del 25 de noviembre del 2016, en una transmisión en cadena de la televisión nacional, Raúl Castro anunció la muerte de su hermano, quien rigió los destinos de Cuba casi 50 años. Aunque Fidel Castro ya llevaba apartado una década del poder, continuaba opinando activamente sobre la política nacional e internacional en textos llamados «Reflexiones», que ocupaban las pocas páginas de los diarios oficiales. La muerte de Fidel Castro coincidió con el repliegue de los movimientos y gobiernos de izquierda en América Latina que proliferaron bajo el amparo de la llamada Revolución Bolivariana de Hugo Chávez (1954-2003), muchas veces a costa de la factura petrolera venezolana.

El giro político en Brasil, Ecuador, Chile, Paraguay y Uruguay han dejado solo a Nicolás Maduro, principal aliado de La Habana, y la crisis que vive Venezuela ha hecho naufragar las relaciones comerciales entre ambos países. Los envíos de petróleo de Venezuela a Cuba, una de las mayores fuentes de ayuda, han caído de 100,000 barriles dairios, a menos de 40,000 según la agencia de noticias Reuters, lo que ha obligado a la isla a buscar otros suministradores de combustible.

Los cambios medulares, a la espera.

Raúl Castro prometió a inicios del 2015 una nueva ley electoral (la actual data de 1992), pero esta reforma no se concretó durante su mandato. Algo similar ocurrió con la reforma constitucional que se espera desde hace más de un lustro. La nueva carta magna en preparación mantendrá el papel del Partido Comunista de Cuba (PCC) como «dirigente en la sociedad cubana» y el socialismo continuará siendo “irrevocable”, según adelantó en un reciente pleno del partido.

La represión hacia los disidentes y líderes opositores se mantiene.

Las detenciones arbitrarias, la confiscación de bienes de trabajo y la descalificación permanente de la reputación de activistas y opositores se mantuvieron en la era raulista. La Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional contabilizó desde el 2010 al menos 52,829 personas detenidas temporalmente o procesadas por motivos políticos. El número de presos políticos en el país supera el centenar. La Seguridad del Estado se ha valido de la tecnología también como arma represiva para monitorear el paradero de los disidentes, bloquear sus líneas de telefonía móvil o crear sitios digitales para difamar a los proyectos independientes.

Ningún avance en derechos civiles.

Desde la promulgación de la Constitución socialista de 1976 hasta la fecha, la mayor parte de los derechos civiles de los cubanos permanecen conculcados. La libertad de expresión, prensa, reunión, manifestación y asociación se subordina a “los fines del Estado Socialista”, lo que en la práctica los limita. En Cuba están prohibidos los partidos políticos y a los candidatos a las Asambleas del Poder Popular no se les permite hacer propaganda o presentar programas de gobierno. Gracias a las nuevas tecnologías han surgido en la isla espacios digitales independientes, como Periodismo de Barrio, El Toque, El Estornudo o 14ymedio, pero el gobierno no reconoce la libertad de prensa y a menudo las fuerzas represivas arrestan y amenazan a los comunicadores. Muchos portales críticos del sistema permanecen bloqueados en los servidores nacionales.

Fuente: Mario J. Pentón/ El Nuevo Herald