«La belleza de lo surreal: La realidad decidió hacerse un Photoshop gigante y jugar a ser artista»

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Cortesía: Genial.guru

Por Elizabeth Comina

¿Alguna vez te has preguntado qué pasaría si las Kardashian, esas maestras del reinvento diario, decidieran que ya basta de relleno, silicona y filtros? Probablemente, el mundo se quedaría sin su principal fuente de inspiración para entender qué es lo “real” en estos tiempos. Porque, seamos sinceros, la belleza en la era moderna no es más que un gigantesco set de Hollywood, donde lo natural quedó relegado a un rincón tan oscuro que ni siquiera la luz de un reflector lo ilumina. La verdadera esencia de una estrella de Instagram, por ejemplo, brilla solo con filtros y retoques digitales, mientras que la piel auténtica y las imperfecciones parecen haber sido enviadas a un retiro espiritual en la luna.

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Cortesía: telemundo.com

Y hablando de estrellas del espectáculo y retoques, ¿qué sería de ellas sin su maquillaje de fantasía? ¿qué sería de la cara de esas influencers que parecen sacadas de un videojuego, o la de algunas cantantes que ahora parecen más una escultura de cera que mujeres de carne y hueso?. Pero no, no es solo maquillaje, ya eso no basta; ahora nos encontramos con un lienzo de rellenos, Botox y un toque de Photoshop que haría que cualquier artista digital se quede con la boca abierta. La misma influencer que en sus inicios era la reina de la naturalidad, ahora parece más una obra surrealista que una persona real. Y no, no es solo ella; la lista de “naturales” en el mundo del espectáculo se ha reducido a unos pocos valientes, todos ellos, aunque con más mesura, con más retoques que un coche en un taller de reparación.

¿Y qué pasa con las personas comunes? La respuesta es simple: también quieren su pedacito de perfección. La obsesión por el “antes y después”, o el famoso “xtreme makeover” en TikTok, ha convertido a la mayoría en una especie de Frankenstein digital. La piel se estira, los labios se hinchan más que un globo en fiesta infantil, y las cejas parecen tener vida, como si tuvieran su propia agenda. La belleza ahora es un concurso de quién tiene más relleno, más brillo y menos imperfecciones visibles. La vieja amiga llamada naturalidad, esa que solía ser la reina de la autenticidad, ahora es tan pasada de moda como los peinados de los 80, y tan olvidada como los pantalones de campana.

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Cortesía: Genial.guru

Y no podemos dejar a un lado al protagonista de esta tragicomedia “el plástico”, la verdadera estrella del show, pero no como material sintético, sino como mundo, ese construido e idealizado a imagen y semejanza de un ideal de perfección inalcanzable, pero codiciado, y que ha llevado a tantas y por qué no decirlo, a tantos, a enfermar y destruirse y autoflagelarse en pro de encajar.

En realidad, lo que vemos en las revistas, en las pasarelas y en las redes sociales no es más que una versión hiperrealista de la realidad, aunque suene como un trabalenguas, una especie de “realidad aumentada” algo así como el 3D, que solo existe en filtros y en quirófanos. La gente ha olvidado que la belleza auténtica no necesita 20 capas de maquillaje, rellenos o cirugías a granel. Pero, claro, eso sería demasiado aburrido, ¿verdad? Mejor seguir creyendo en esa fantasía, en esa versión de uno mismo que solo existe en Photoshop y en las historias de Instagram, donde la perfección de los filtros es la nueva normalidad.

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Cortesía: Genial.guru

Así que, mientras las Kardashian siguen siendo las reinas del circo, nosotros nos quedamos con la duda: ¿qué será de la belleza cuando la realidad sea solo un espejismo digital? Porque, al final del día, lo que más nos gusta, es lo que no existe. La perfección sin arrugas, sin imperfecciones, sin historia. La belleza de lo falso, esa que nos hace olvidar que, en realidad, lo más hermoso siempre ha sido lo imperfecto, lo auténtico y, sobre todo, lo natural. Pero claro, eso sería solo un espejismo para un mundo que prefiere vivir en un universo paralelo plagado de silicón, rellenos y fantasía.

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