Un análisis político revela que Florida se ha convertido en un campo de batalla electoral crucial, con el condado de Miami-Dade transformado de un bastión demócrata en una fortaleza republicana. Esta tendencia, marcada por la victoria del expresidente Donald Trump en el condado y la reelección del gobernador Ron DeSantis, ha llevado a muchos a considerar a Florida como un estado «rojo». Sin embargo, el Partido Demócrata no se da por vencido y está redoblando sus esfuerzos para recuperar el terreno perdido.
Estrategas demócratas, como Steve Schale y Fernand Amandi, reconocen que la pérdida de Miami-Dade fue un error autoinfligido. Atribuyen la derrota, en parte, a mensajes como el «socialismo democrático» y el «desfinanciar a la policía», que resuenan negativamente entre las familias que huyeron de regímenes autoritarios. Para revertir esta situación, el partido, liderado por Nikki Fried, está reconstruyendo su base desde cero.
La nueva estrategia se enfoca en reconectar con los votantes, especialmente con la comunidad hispana, y en presentar candidatos con un mensaje disciplinado. El partido está enfatizando la crisis de asequibilidad y culpando a los republicanos por ella. A pesar del escepticismo de algunos donantes, los demócratas ven una oportunidad en el actual tropiezo de Trump en las encuestas y están decididos a recuperar el impulso.
A lo largo del estado, los demócratas han logrado victorias en juntas escolares y comisiones del condado. La reelección de la alcaldesa de Miami-Dade, Daniella Levine Cava, es vista como un símbolo de esperanza para el partido. A través de iniciativas como «Péndulo» y «Swing del porche», el partido busca conectar con los votantes para demostrar que Florida no debe ser abandonada, ya que su papel en el Colegio Electoral es vital para cualquier camino hacia la Casa Blanca.
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