En el mundo del futurismo, existe una audaz predicción que cada vez cobra más fuerza: para el año 2050, los seres humanos podrían alcanzar la «inmortalidad práctica», viviendo hasta 1.000 años gracias a los avances tecnológicos y científicos. Un artículo de Esquire explora este concepto, que es defendido por figuras prominentes como Ray Kurzweil, Ian Pearson y Aubrey de Grey.
Según estos futuristas, la extensión de la vida humana se lograría mediante una combinación de inteligencia artificial (IA), computación en la nube y robótica. Kurzweil, en particular, predice que la «singularidad» de la IA –el punto en que la inteligencia artificial superará a la humana– se alcanzará en 2029. Posteriormente, para 2045, se espera una fusión entre humanos y máquinas,
con la posible integración de nanorobots en el cuerpo para reparar el daño celular y mantener la
salud.
Aunque estas predicciones despiertan un gran optimismo, también plantean serios desafíos sociales y económicos. El artículo advierte que, en un principio, estas tecnologías podrían ser accesibles solo para los más ricos, creando una nueva brecha de desigualdad. Si bien se espera que con el tiempo se vuelvan más asequibles, la pregunta sobre el impacto en la sociedad sigue
latente.
El texto también reflexiona sobre si una vida tan prolongada afectaría el sentido de urgencia y la ambición de las personas. Aubrey de Grey, sin embargo, sostiene que no cree que los jóvenes de hoy se sientan motivados por el miedo a la muerte, sugiriendo que la inmortalidad podría no ser un factor que altere su visión de la vida. A pesar del «tecno-optimismo» que rodea estas ideas, el artículo concluye que la tecnología por sí sola no puede resolver problemas complejos como la pobreza, y que la posibilidad de una vida de mil años aún plantea muchas incógnitas.
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