El 19 de octubre de 2025, Venezuela vivió un momento histórico: la canonización de sus dos primeros santos, el doctor José Gregorio Hernández y la Madre Carmen Rendiles. Más allá del acto litúrgico, la fecha consagra dos trayectorias marcadas por la entrega, la fe y el compromiso con los más vulnerables.
Por Vanessa Rodríguez/ MiamiNews24
Con una ceremonia solemne en la Plaza de San Pedro, colmada de feligreses venidos de todo el mundo, el Papa León XIV proclamó santos no solo a José Gregorio Hernández y a la Madre Carmen Rendiles, sino también a otras cinco figuras de profunda entrega espiritual: el arzobispo armenio Ignacio Choukrallah Maloyan, el laico papuano Peter To Rot, las religiosas italianas Vincenza Maria Poloni y María Troncatti, y el laico italiano Bartolo Longo.
Bajo el cielo romano y en el marco del Domingo Mundial de las Misiones, los siete nombres fueron inscritos en el registro universal de los santos, en una jornada que unió culturas, lenguas y devociones en un mismo acto de fe
El médico de los pobres

San José Gregorio Hernández nació en Isnotú, estado Trujillo, el 26 de octubre de 1864. Fue médico, científico, profesor universitario y pionero de la medicina experimental en Venezuela. Pero su fama no se construyó solo en laboratorios o aulas: se forjó en las calles, en los consultorios improvisados, en la atención gratuita a quienes no podían pagar.
Su vida fue una mezcla de ciencia y espiritualidad. Estudió en París y Berlín, pero siempre volvió a Venezuela con el deseo de servir. En 1919, murió atropellado en Caracas, dejando tras de sí una devoción popular que creció con los años. Miles de venezolanos lo veneran como intercesor en momentos de enfermedad, y su imagen —con sombrero, bigote y maletín— se convirtió en símbolo de esperanza.
La Iglesia lo beatificó en 2021 y lo canonizó en 2025, reconociendo no solo su fe, sino el milagro atribuido a su intercesión: la sanación de una niña en estado crítico.
La madre del silencio

Santa Madre Carmen Elena Rendiles Martínez nació en Caracas en 1903. Desde joven sintió el llamado religioso, pero su camino no fue fácil. En una época en que las congregaciones extranjeras dominaban la vida religiosa, ella fundó en 1969 la Congregación Siervas de Jesús de Venezuela, con vocación de servicio, humildad y oración.
Madre Carmen vivió con una prótesis en el brazo derecho, tras perderlo en un accidente a los cinco años. Nunca lo consideró una limitación. “Dios no necesita brazos, necesita almas disponibles”, decía. Su vida fue discreta, pero profundamente transformadora: formó religiosas, atendió enfermos, acompañó a los pobres y dejó una huella silenciosa en la Iglesia venezolana.
Falleció en 1977 y fue beatificada en 2018. Su canonización en 2025 la consagra como santa, ejemplo de entrega sin estridencias, de fe sin espectáculo.
Dos caminos, una misma luz
Aunque no hay evidencia de que se conocieran, sus vidas se cruzan en el imaginario colectivo: el médico que curaba cuerpos y la madre que sanaba almas. Ambos representan una Venezuela que cree, que resiste, que acompaña. Su canonización conjunta no solo honra sus legados, sino que ofrece al país dos figuras de unidad en tiempos de fractura.
Hoy, sus nombres se pronuncian en hospitales, capillas, escuelas y hogares. No como ídolos, sino como referentes de lo que significa servir con amor, fe y dignidad.