Antoshka estaba a segundos de lanzar sus bombas cuando fue derribado por un dron ruso. Con solo tres días en el frente, ya había volado en 20 misiones. Timon, su piloto, maldecía frente al iPad, mientras otros diez compañeros seguían la operación por Google Meet. En su portátil, Timon veía los restos del Vampire ucraniano —un hexacóptero de ataque— que había bautizado con ese nombre. Lo que más dolía no era perder el dron, sino no haber alcanzado el búnker ruso que sobrevolaba.
La escena ocurre en las afueras de Kostiantynivka, ciudad asediada del Donbás. Timon y su equipo, parte de la 44.ª Brigada Mecanizada, operan desde un búnker camuflado. El objetivo que tenían en la mira había sido ucraniano hasta hace seis meses. Aunque los rusos no lograron capturar Kostiantynivka ni Pokrovsk como planeaban en verano, han hecho retroceder a las tropas ucranianas en ambos frentes, a costa de enormes bajas.
La respuesta fue inmediata. En menos de una hora, un nuevo Vampire de 13.000 dólares llegó en una camioneta equipada con sistema antidrones. El equipo de entrega no se detuvo: avanzó a toda velocidad entre pueblos bombardeados, perros enfurecidos y túneles de redes antidrones. En la parte trasera, dos soldados escaneaban el cielo, mientras los hilos de fibra óptica se enredaban en el vehículo.
Los combates en esta zona son implacables. Las posiciones se excavan bajo tierra, las trincheras se ocultan bajo trampillas cubiertas de follaje, y los disparos se coordinan para evitar ser detectados. El mayor Viacheslav Shutenko, comandante de drones de la brigada, asegura que Kostiantynivka no caerá pronto, pero admite que la situación ha cambiado drásticamente: los rusos están más cerca y destruyen sistemáticamente la infraestructura civil.
En Pokrovsk, los avances rusos han intensificado el fuego sobre Druzhkivka, que desde el 6 de octubre vive bajo toque de queda de 20 horas. La carretera principal hacia Izium se volvió vulnerable a ataques con drones, obligando a desviar el tráfico por rutas secundarias.
Pero no todo es avance ruso. En agosto, sus tropas lograron penetrar las defensas ucranianas cerca de Dobropillia, avanzando 13 km en pocos días. El impulso fue tan rápido que sus equipos logísticos no pudieron seguirles. La ofensiva se estancó y ahora están rodeados en dos enclaves. El teniente coronel Arsen “Lemko” Dimitrik, del Cuerpo Azov, afirma que los rusos han sufrido unas 10.000 bajas desde agosto, aunque la cifra no ha sido verificada. Según él, los soldados rusos en la zona han pasado de cientos a menos de 100.
Mientras tanto, en el frente diplomático, Donald Trump y Vladimir Putin hablaron por teléfono el 16 de octubre y acordaron reunirse en Budapest. Trump calificó la llamada de “productiva”, aunque no dio detalles. En el terreno, la guerra sigue: drones, trincheras y desgaste. Y Antoshka, el dron que no llegó a atacar, es solo uno más en una larga lista de pérdidas tecnológicas en una guerra cada vez más híbrida.