Centennials: Generación aburrida o más saludable

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Hubo un tiempo —y no hace tanto— en el que el verdadero símbolo de estatus se medía en copas, humo y desvelo. Una botella de whisky importado en la mesa era equivalente a decir “lo logré”. Los restaurantes competían por tener los cortes más grasosos, las salsas más cremosas y los postres más excesivos. Quien más podía ostentar, más podía presumir. Y claro, las generaciones pasadas crecieron con ese código social grabado en la piel: el lujo estaba en el exceso.

Por: Elizabeth Comina / WordNews24

No es que estuviera mal. Al contrario, esa época tenía su encanto. Había glamour en pedir una botella de champagne con bengala incluida en medio de la discoteca, en contar cuántos cocteles podían alinear una mesa o en ser el último en salir del after. La vida era una fiesta y, para muchos, lo importante era resistir al lunes con ojeras de guerra.

Pero de repente, como quien cambia la playlist en medio de la canción, llegó la Generación Z. Y lo que parecía inamovible, cambió. El nuevo símbolo de estatus ya no se encuentra en un vaso lleno de alcohol, sino en un termo de acero inoxidable que mantiene el agua fría durante horas. El look de fiesta pasó a ser el look de gym, que ahora puede usarse tranquilamente en un restaurante de lujo sin que nadie levante una ceja. Y la gran hazaña del fin de semana no es sobrevivir a la resaca, sino madrugar un sábado para completar la clase de spinning o lograr un nuevo récord en el entrenamiento de crossfit.

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¿Aburridos? Esa es la crítica más común hacia esta generación. “No saben divertirse”, dicen algunos. “Todo es rutina, proteína y gimnasio”, añaden otros. Pero si se mira con un poco más de calma, hay algo más profundo en este cambio. No es aburrimiento; es coherencia.

Hoy, el mercado ya no premia la ostentación. Premia la consistencia, la disciplina, la autenticidad. En un mundo saturado de información, filtros y apariencias, la coherencia se volvió el verdadero lujo. Y ahí está la clave: lo que antes era símbolo de poder (desvelarse, beber sin medida, comer en exceso) ahora ha sido reemplazado por un estilo de vida que busca equilibrio.

Lo interesante es que, aunque esta nueva tendencia parece “simple” —beber agua, ejercitarse, comer sano— en realidad no lo es. Mantener un estilo de vida saludable se ha convertido en un lujo que pocos pueden costear. Pagar membresías premium de gimnasio, tener ropa deportiva de alta gama, invertir en suplementos, nutricionistas, entrenadores personales y hasta gadgets de bienestar no es barato. En ese sentido, la Generación Z reinventó el concepto de “estatus”: ya no se presume lo que destruye, se presume lo que construye.

El bolso deportivo reemplazó al bolso de diseñador. El termo reutilizable tomó el lugar de la copa de cristal. Los tenis de entrenamiento de edición limitada compiten en el mismo terreno que los zapatos de gala de antaño. Y las apps de monitoreo del sueño se volvieron tan codiciadas como antes lo eran las discotecas más exclusivas.

Pero lo más curioso de todo es que esta moda —porque sí, en cierto modo lo es— tiene un lado positivo que trasciende la superficie. Menos alcohol implica menos accidentes, menos violencia y menos resacas. Comer mejor significa menos problemas de salud a largo plazo. Dormir bien es sinónimo de productividad y energía. Entrenar constantemente trae beneficios que van mucho más allá del físico: ayuda con la ansiedad, la depresión y el manejo del estrés.

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Así que la gran pregunta es: ¿estamos frente a una generación aburrida o frente a una generación que decidió cambiar las reglas del juego? Quizás un poco de las dos cosas. Aburrida para quienes crecieron con el código del exceso como única forma de diversión. Revolucionaria para quienes entienden que, en un mundo acelerado, cuidar la salud es el verdadero lujo del futuro.

Cada generación, al final, escribe su propia historia. Los de ayer bailaron hasta el amanecer con copas en la mano, vestidos de gala y con humo en el aire. Los de hoy madrugan con ropa deportiva, termos metálicos y playlists motivacionales en el celular. Diferentes símbolos, mismo objetivo: disfrutar de la vida.

Porque la vida, en cualquier época, siempre es una fiesta. Solo cambian las formas de celebrarla.