La tendencia de priorizar proteína sobre carbohidratos gana popularidad, pero sus efectos van más allá de la saciedad. Aquí te explicamos qué ocurre realmente.
Según un artículo reciente de Health.com, comer más proteína que carbohidratos se ha convertido en una moda nutricional. Pero ¿qué implica para tu cuerpo este cambio?
- Tu fuente de energía cambia Los carbohidratos son la vía más rápida para obtener glucosa, el combustible que tu cerebro y músculos necesitan. Al reducirlos, tu cuerpo debe esforzarse más para generar energía, lo que puede afectar el rendimiento físico y mental.
- Mayor saciedad, menos antojos La proteína es más saciante que los carbohidratos o las grasas. Esto puede ayudarte a controlar el apetito y reducir la ingesta calórica, lo que la convierte en una aliada para perder peso. Sin embargo, saciarte no siempre significa estar bien nutrido.
- Energía estable, pero menos chispa Las dietas altas en proteína pueden evitar los picos de hambre, pero si recortas demasiado los carbohidratos podrías experimentar fatiga, niebla mental o irritabilidad, especialmente si tu rutina exige concentración o esfuerzo físico.
- Digestión más lenta si falta fibra Muchos carbohidratos saludables (frutas, verduras, legumbres, granos enteros) son fuente de fibra. Sin ellos, podrías sufrir estreñimiento, hinchazón y digestión lenta. Una dieta alta en proteína sin vegetales puede generar problemas digestivos.
- Beneficios con matices Más proteína puede ayudarte a mantener masa muscular, regular el azúcar en sangre y mejorar la sensibilidad a la insulina. Pero un exceso prolongado puede sobrecargar los riñones, especialmente si ya hay condiciones previas.
- ¿Para quién es útil y para quién no? Puede beneficiar a adultos mayores, personas con diabetes tipo 2, quienes buscan perder peso o ganar músculo. Debe evitarse o ajustarse en personas con problemas renales, atletas de resistencia o quienes necesitan una dieta alta en fibra.
La clave está en el equilibrio
No se trata de eliminar los carbohidratos, sino de elegir los correctos: frutas, verduras, legumbres y granos enteros. Opta por proteínas de calidad (carnes magras, pescado, huevos, lácteos naturales) y evita ultraprocesados. Incluye grasas saludables como aguacate, nueces y aceites vegetales. Observa tu energía, digestión y bienestar general. Y ante cualquier duda, consulta con un nutricionista.