La ciudad amazónica de Belém, en Brasil, es desde este jueves el epicentro de una cumbre climática que reúne a cerca de 50 líderes mundiales con el objetivo de reimpulsar el compromiso global frente al cambio climático. El encuentro, que se extenderá hasta el viernes, antecede a la apertura de la COP30 y busca ser un espacio de rendición de cuentas más que de anuncios grandilocuentes.
Entre los asistentes figuran el primer ministro británico Keir Starmer y el presidente francés Emmanuel Macron. China e India enviaron delegaciones de menor rango, mientras que Estados Unidos decidió no participar. El presidente Donald Trump ha reiterado su escepticismo sobre la ciencia climática, calificándola como “una estafa”, lo que marca una clara distancia con la agenda ambiental internacional.
Una ciudad bajo presión
La elección de Belém como sede ha generado controversia. Con una población de 1,4 millones de habitantes y una infraestructura limitada, la ciudad enfrenta desafíos logísticos: precios hoteleros elevados, obras inconclusas y dificultades para alojar a las delegaciones. La presidencia de la COP30 informó que se habilitaron tres buques para hospedar gratuitamente a representantes de países de bajos ingresos.
Aun así, para muchos locales, la cumbre representa una oportunidad. “La COP está trayendo a Belém el reconocimiento que merece”, dijo Karol Farias, maquilladora de 34 años, mientras recorría el mercado Ver-o-Peso.
Tensiones y contradicciones
Brasil busca posicionarse como mediador climático, pero enfrenta críticas por haber autorizado recientemente perforaciones petroleras cerca de la desembocadura del Amazonas. Esta decisión ha generado fricciones con organizaciones ambientales y con parte de la comunidad internacional.
El secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió que el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 °C está fuera de alcance. Incluso si se cumplieran todos los compromisos actuales, la temperatura aumentaría hasta 2,5 °C hacia finales de siglo, según estimaciones internacionales.
“Los líderes deben entregar un mandato claro a la COP para ser ambiciosos y cerrar las brechas”, declaró Carolina Pasquali, directora ejecutiva de Greenpeace Brasil, desde el buque Rainbow Warrior anclado en el puerto local.
“Basta de hablar”
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha insistido en que esta cumbre debe marcar un punto de inflexión. “Basta de hablar, ahora tenemos que implementar lo que ya discutimos”, afirmó esta semana. Lula impulsa la creación de un fondo global que recompense a los países tropicales por proteger sus selvas, y ha pedido que se priorice la adaptación al cambio climático, una demanda clave de las naciones más vulnerables.
“Esto no es caridad, es una necesidad”, expresó Evans Njewa, diplomático de Malaui y presidente del bloque de Países Menos Adelantados. El grupo exige que el financiamiento climático se eleve a 1,3 billones de dólares anuales para 2035.
Ilana Seid, diplomática de Palaos y presidenta de la Alianza de Pequeños Estados Insulares, fue contundente: “Para muchos de nuestros países, no podremos adaptarnos si se supera el umbral de dos grados”.
Con información de Infobae

