Los excesos económicos de EEUU que indigestan a Wall Street

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(Miaminews24).- El 5 de febrero, el Dow Jones sufrió una de las mayores caídas de su historia ante la paradoja que supone que los excelentes datos económicos que se están conociendo en EEUU provoquen una recesión. ¿Por qué?

Quedaba menos de una hora para dar por finalizada la negociación en el parqué de la Bolsa de Nueva York, cuando el alboroto precipitó al Dow Jones a borrar cerca de 1.600 puntos en un abrir y cerrar de ojos. Ese lunes 5 de febrero de 2018 quedará plasmado como la jornada bursátil en que este indicador registró su mayor caída por puntos de la historia. Un traspié que casi volvió a repetirse 72 horas más tarde. La hasta entonces moribunda volatilidad recuperó su brío de antaño a medida que los síntomas de un posible repunte en los precios se dejó notar días antes, cuando el dato de empleo de enero registró su mayor ritmo de crecimiento desde 2009.

De golpe y plumazo, Ricitos de Oro, como se conoce en la jerga financiera al curioso momento en que la economía crece en la justa medida en que no genera inflación pero tampoco atisba una posible recesión, se dejó avasallar por los plantígrados. El Dow Jones y el S&P 500 sufrieron una corrección después de haberse empachado de máximos durante más un año mientras la rentabilidad del bono americano a 10 años, hasta no hace mucho empeñado en no alejarse mucho del 2 por ciento, iniciaba su escalada hacia la frontera del 3 por ciento, alcanzando máximos por ciento en los últimos cuatro años.

Sin embargo, entre las cábalas y conjeturas, una teoría intentaba dilapidar cualquier guiño hacia una situación de pánico: la solidez de los fundamentales. En estos menesteres, es cierto que con una economía creciendo un 2,6 por ciento en el cuarto trimestre de 2017 después de encadenar los dos previos avanzando más de un 3 por ciento y un mercado laboral entrando en pleno empleo, los temores parecen infundados. EEUU sumó el año pasado 2,1 millones de puestos de trabajo a medida que la tasa de paro se asentó en el 4,1 por ciento y la participación laboral avanzó tímidamente. Paralelamente, el pasado 22 de diciembre, tras un arduo pulso legislativo, los republicanos dieron luz verde a una de las mayores reformas fiscales desde la era de Ronald Reagan. Con una rebaja del impuesto de sociedades desde el 35 hasta el 21 por ciento, así como incentivos para repatriar la caja que muchas multinacionales patrias acumulan en el extranjero, muchos consideran esta decisión como una panacea para mejorar la competitividad de las empresas patrias.

«Desde que se promulgó la ley, más de 350 compañías han anunciado pagas extraordinarias, aumentos salariales, mejoras en los planes de pensiones y nuevas contrataciones, beneficiando a más de 4 millones de empleados», explicaba el propio secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, ante el Comité Financiero del Senado el pasado 14 de febrero. «Estamos viendo el crecimiento salarial más rápido desde 2009», apuntaló.

Dicho esto, a punto de soplar 9 velas en el ciclo alcista que caracteriza tanto al crecimiento económico como la escalada de la renta variable, cierto nerviosismo se deja notar entre los inversores más veteranos. «Al igual que las dos últimas recesiones, un sobrecalentamiento de los precios de los activos puede ser el desencadenante de la próxima recesión», advierte Paul Mortimer Lee, economista jefe de BNP Paribas en Nueva York. «La reciente caída en bolsa puede no haber sido un gran ataque al corazón, pero siempre es bueno tomar nota de la angina de pecho. Algo está mal», alerta.

Un aviso que sigue chirriando con la recuperación sincronizada global, donde se espera que la mayor economía del mundo acelere y consolide su expansión en el ejercicio en curso. Desde Morgan Stanley, Peter Knowles, indica cómo él y su equipo de gestores dentro de The Fulcrum Group han pasado de ser «muy optimistas» a ser «optimistas cautos» pese a la fortaleza económica y la rentabilidad generada el año pasado por el mercado. ¿Su mayor preocupación? Lo que este experto considera como «manos débiles».

«Las manos débiles tienden a asustarse fácilmente con los grandes cambios en los precios», explica poniendo como ejemplo lo ocurrido en 1996. «A pesar de las buenas noticias económicas por aquel entonces y la rentabilidad del 37 por ciento acumulada el año anterior en el S&P 500, el fantasma de la recesión, a comienzo de los 90, junto con una debacle inmobiliaria y la crisis de 1987 fueron una receta que puso nerviosas a las manos débiles», aclara. Según relata, a mediados de 1996, cierta sensación de pánico pese a los sólidos fundamentos provocó que los inversores buscaran una razón para vender, encontrándola en un indicador que no quedó de acuerdo a las estimaciones. «Vendieron a pesar de la buena coyuntura, si hubieran mantenido el rumbo y bloqueado el ruido, 1996 hubiera acabado el año con una rentabilidad del 26 por ciento», recalca. Eso sí, Knowles aclara que este año no veremos unas ganancias de dicho calibre pero la bolsa americana mantendrá el tipo entre los próximos 12 y 18 meses.

Aunque en algunas mesas de inversión, las previsiones sigan escudando la solidez de los fundamentos y las proyecciones de los beneficios, no es de extrañar que la vuelta a la normalidad genere cierto malestar, sobre todo cuando el fin de los estímulos monetarios coinciden con la aplicación de recortes impositivos en un momento en que el ciclo económico, con el PIB en su potencial, no tardará en mostrar signos de fatiga. Hasta que eso ocurra, está previsto que la reforma tributaria acelere la expansión a corto plazo, incrementando el riesgo de un repunte inflacionista y la excesiva apreciación de ciertos activos.

«Los sobrecalentamientos no suelen ser una buena noticia para la Reserva Federal», determina Torsten Slok, economista global de Deutsche Bank en Nueva York. «Con un aumento de los salarios, el banco central necesitará subir los tipos para enfriar la economía así como los planes de contratación y de inversión de las empresas y, en última instancia, el crecimiento de los ingresos», añade.

Para Slok el problema fundamental está en que los bancos centrales, incluida la Fed, tienen un pobre historial a la hora de enfriar gradualmente una economía sobrecalentada. «En lugar de un aterrizaje suave, casi siempre resulta en un aterrizaje forzoso, es decir, una recesión», reconoce este economista, que aun así espera que el dinero tendrá que encarecerse mucho más antes de que el ajuste en las condiciones financieras finalmente resulte en una recesión y tasas más bajas, probablemente en 2020.

Al contrario que en otros ciclos económicos, que acabaron con ajustes más o menos bruscos, el actual llega marcado por el efecto de los estímulos experimentales implementados por la Fed y que a día de hoy todavía mantienen el Banco de Japón y el Banco Central Europeo, entre otros. Esta situación ha generado que, durante los últimos años, la complacencia se haya apoderado de los inversores, especialmente en EEUU, donde el crecimiento tímido, pero sostenido, junto con una política ultra acomodaticia han caracterizado la continua escalada bursátil. «El problema es que la brecha entre lo que se había convertido en una especie de cuento de hadas, con una política monetaria sobreprotectora, y la vuelta al mundo real es bastante estremecedora», manifiesta el economista jefe de BNP Paribas. «Hemos comenzado a ver en los últimos días el resultado de lo que ocurre cuando la realidad y la fantasía deben reconciliarse», sentencia.

Desde S&P Global indican que la expansión económica recuperará su tendencia a largo plazo de un crecimiento de poco menos del 2 por ciento en 2020 a medida que el impulso del estímulo fiscal disminuye y el ajuste monetario acumulativo comience a tener impacto en el ciclo económico. «Estamos casi seguros de que la expansión actual se convertirá en la segunda más larga desde la II Guerra Mundial y hay muchas probabilidades de que supere los 120 meses para convertirse en la expansión más larga», reconoce Beth Ann Bovino, su economista jefe para EEUU.

De todas formas, Witold Bahrke, responsable senior de estrategia macroeconómica de Nordea AM, recuerda que los salarios son un factor clave en el ciclo de los beneficios empresariales y en la economía real en términos generales. «Unos costos salariales más altos pueden eliminar los márgenes y obligar al banco central a ajustar bruscamente», relata, poniendo sobre la mesa que normalmente, «esto marca el comienzo del final del ciclo económico de EEUU y, por lo tanto, también del mercado alcista de renta variable».

Con información de EE.

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