El gobierno de Donald Trump puso en marcha una nueva política que exige que los pasaportes estadounidenses reflejen el sexo consignado en el certificado de nacimiento original, independientemente de la identidad de género de la persona. La Corte Suprema permitió este mes la aplicación de la medida mientras continúa el litigio judicial.
La decisión revierte décadas de práctica en el Departamento de Estado, que bajo administraciones demócratas y republicanas había permitido a las personas transgénero modificar el marcador “F” o “M” en sus pasaportes, e incluso había incorporado la opción “X” para quienes no se identificaban ni como hombres ni como mujeres.
Los defensores de la política sostienen que los pasaportes deben basarse en “hechos verificables” y no en la identidad de género. “El presidente Trump ha restablecido el sentido común y la biología objetiva en los principales documentos de identidad de Estados Unidos”, declaró Roger Severino, vicepresidente de política interior de la Fundación Heritage.
Críticos de la medida, en cambio, advierten que el cambio afecta de manera directa a unos tres millones de estadounidenses trans y no binarios. Señalan que puede generar confusión y acusaciones de suplantación cuando la apariencia de una persona no coincida con el marcador de sexo de su pasaporte en situaciones como viajes, trámites bancarios o solicitudes de empleo. “Hace que el documento de identidad no funcione para su finalidad prevista, que es demostrar quién eres”, afirmó Paisley Currah, politóloga transgénero del Brooklyn College.
El debate sobre los pasaportes se ha convertido en un nuevo frente en la disputa nacional sobre los derechos de las personas transgénero. Para muchos, la política representa una declaración oficial de que el gobierno federal no reconoce sus identidades de género como reales ni significativas.
Con información de NYTimes

