El presidente Donald Trump ha puesto en marcha una de las remodelaciones más ambiciosas y controvertidas en la historia reciente de la Casa Blanca: la construcción de un gran salón de baile presidencial, un proyecto que refleja su deseo de dejar un legado arquitectónico acorde con su fama de magnate inmobiliario y promotor de bienes raíces de lujo.
Este lunes comenzaron las labores de demolición parcial del ala este de la residencia presidencial, donde se edificará el nuevo espacio. Durante un evento con atletas de béisbol de la Universidad Estatal de Luisiana (LSU), Trump confirmó la obra: “Estamos construyendo un salón de baile. Han querido uno durante 150 años, y le doy ese honor a este maravilloso lugar”, afirmó ante los presentes.
Según fuentes oficiales, el proyecto —con un presupuesto estimado de 250 millones de dólares— será financiado por lo que la administración describió como “generosos patriotas”, aunque hasta el momento no se ha revelado la identidad de los patrocinadores.
El plan, sin embargo, ha generado críticas entre arquitectos, historiadores y opositores políticos, quienes cuestionan la falta de transparencia sobre los costos, el diseño y la preservación histórica de la icónica residencia en Washington D.C.
Aun así, Trump parece decidido a que su paso por la presidencia deje una huella tangible. Conocido por su gusto por el lujo y la ostentación, el presidente ve en este proyecto la oportunidad de fusionar la tradición política con su sello característico de elegancia y grandeza.
El salón de baile —una vez concluido— se espera que se convierta en un nuevo escenario para recepciones oficiales, eventos diplomáticos y celebraciones estatales, marcando un antes y un después en la historia estética y funcional de la Casa Blanca.